Muchos viajeros conocen la encantadora ciudad inglesa de Bath, situada a orillas del río Avon, como un centro balneológico de primera clase. Es curioso que el nombre de la ciudad habla por sí solo: las aguas termales locales se han utilizado con fines de salud desde la antigüedad. En la segunda mitad del siglo XVIII, se descubrieron antiguos baños romanos en el territorio de la ciudad, que actualmente se encuentran entre las principales atracciones de la ciudad. A finales de los siglos XVIII y XIX, Bath comenzó a atraer a representantes de familias reales y nobles que visitaban la ciudad con el único propósito de descansar en medio de paisajes únicos y mejorar su salud. Hoy, 4 manantiales rodeados de centros de salud de primera clase están disponibles para todos los huéspedes del famoso resort. Los tesoros de Bath no se limitan solo a las aguas termales curativas. Después de tantos siglos, la ciudad ha logrado preservar su atmósfera aristocrática única, que se siente mejor durante un paseo por las pintorescas calles antiguas. Los residentes locales han hecho todos los esfuerzos posibles para salvar una gran cantidad de monumentos arquitectónicos únicos, como el famoso Royal Crescent, The Abbey Church of Saint Peter and Saint Paul y el magnífico edificio Old Town Hall (Guildhall). Hace varios siglos, las vacaciones en este complejo se consideraban un privilegio de figuras prominentes. A menudo fue visitado por Charles Dickens, Lawrence Stern y
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